Las tribus urbanas de las que
nos habían hablado antes del viaje se materializaban para ir de marcha. Mucho
pelo encrespado de colores, mucha ropa rompedora y cierto dejarse ir: que cada
cual hiciera lo que le viniera en gana. Nadie estaba pendiente de nadie. Salvo
nosotros, claro, que asistíamos al espectáculo de luz y sonido.
Pero también aparecieron los
ganchos y las prostitutas, las lolitas en trajes provocativos. No eran
agresivos en su oferta. Se acercaban, charlaban un rato y tanteaban las ganas
de los que pululaban por allí. En las noches posteriores llegamos a conocernos
y nos saludábamos como correctos vecinos. Buen rollo.
La prostitución no era tan
evidente como en otros países o ciudades. Había pocas mujeres en la calle y se
podría afirmar que ninguna hacía "la calle". Los negocios sexuales se
cerraban en los locales, quizá en pisos de esas vías. Los ganchos impedían
curiosear en esos locales que corresponderían al club de alterne de nuestro
país.
Reinaba la tranquilidad. En ningún
momento tuvimos sensación de peligro. El peligro era para quien se internaba en
ese submundo controlado por las mafias. Las historias sobre turistas drogados y
desvalijados cuando querían echar una cana al aire debían desanimar al que
quisiera esos favores.
Algunos restaurantes temáticos lanzaban
una oferta curiosa. El mejor ejemplo era el Robot restaurant. Cenabas en un mundo
de máquinas, rodeado de androides que se movían y luchaban en el centro de la
pista. Todo con un esplendoroso juego de luces y una escenografía que no
decepcionaba. El tráiler que ponían en la pantalla externa del local era propio
de un artista de la canción. Nos arrugamos y no entramos.
Elegimos para cenar una taberna
de estilo japonés para gente local, no para turistas: una izakaya. Bueno, bonito y barato. Ahí sí que nos encontramos a
gusto. El wasabi, el condimento
picante, no se parecía al de nuestro país. A lo largo de los siguientes días fuimos
probando esos locales. Siempre nos trataron bien y comimos magníficamente.
Esa primera noche nos retiramos
pronto. Habíamos conseguido aguantar sin dormirnos, lo que nos ayudó a combatir
el jet lag.
0 comments:
Publicar un comentario