De la exposición de Toulouse Lautrec en Caixaforum
Hace algunos días recibí una
información sobre la posibilidad de que el coronavirus fuera una creación
humana y no una mutación natural de un virus, algo que ya se había barajado
desde el inicio de la pandemia. La noticia era impactante. Poco después se
abrió la polémica.
El 17 de abril, el Premio Nobel
de medicina de 2008, Luc Montaigner, afirmaba ante las cámaras de la cadena
francesa CNews que, efectivamente, existía una manipulación del virus. Al virus
clásico se le habían agregado secuencias del VIH, el virus del sida, quizá al
tratar de obtener una vacuna contra esa enfermedad. Según su opinión “fue un
trabajo profesional, un trabajo de biólogos moleculares, un trabajo muy
minucioso, se podría decir que de relojero…” Tomaron pequeñas partes de este
virus, continuaba, y las insertaron en la secuencia más grande del coronavirus,
con cierta armonización.
En primer lugar, destaco que me
gustaría que el origen del virus fuera natural y así eliminar la teoría de la
conspiración. Sin embargo, al analizar las palabras del científico francés no
me queda otro remedio que realizar un mínimo trabajo de comprobación para
aceptar su veracidad o desecharla.
Es sumamente curioso (o como
cada uno quiera calificarlo) que rápidamente aparecen los agentes antibulos,
una nueva categoría que se ha potenciado desde hace varias semanas con la grave
intoxicación informativa. Como los ciudadanos no parecen tener espíritu crítico
hay que defenderles. Por orden de aparición en Google se muestra Maldita.es y afirma algo lógico: sin
evidencias no hay nada. No parece que Montaigner, al que se le otorgó el Nobel
por sus trabajos en relación con el virus del sida, haya emitido una opinión
sin fundamento. No necesita darse publicidad ya que por su edad y prestigio no
necesita impresionar a nadie. En contra de su opinión, mencionan un estudio
publicado en Nature Medicine
afirmando que no es una construcción de laboratorio. Incluso el Presidente
francés Macron tuvo que salir al quite de esas declaraciones.
En favor de la insistencia en
desprestigiar la información, en Verifica
RTVE aparece una impactante imagen del científico ante un atril, como dando
una conferencia, y un “falso” encima de la misma, como si todo lo que
procediera de Montaigner fuera un fraude. Y destacan otras polémicas en que ha
participado, como su tendencia antivacunas. Evidentemente, se ataca su
prestigio. Hasta revistaelbalon.com,
que no creo que tenga un gran carácter científico, habla de ello.
Estas reacciones me recuerdan en
parte a las que se produjeron contra el médico chino que advirtió de la
pandemia y que fue apartado por las autoridades de su país. Sólo después de
muerto ha sido rehabilitado. O las palabras del doctor Cavadas, que advirtió
del peligro el 30 de enero y al que la opinión pública atacó inmisericordemente.
Desde luego, hay mucho en juego
y, por tanto, el campo de batalla se agranda y se utilizan todas las armas,
legítimas o ilegítimas. La atribución de la creación del virus a una entidad o un
país podría tener fuertes consecuencias jurídicas ya que podríamos encontrarnos
ante el mayor caso de responsabilidad civil de la historia. La negligencia
sería clara.
Es sintomático que China haya amenazado
a Australia con boicotear sus productos si continúa su petición para investigar
sobre el origen del coronavirus. Varios países han abierto un frente para
solicitar aclaraciones al gigante asiático, que no se caracteriza por la
transparencia en su actuación. Si estuviera claro su origen animal no deberían
temer nada y deberían de facilitar la información que permitiera verificarlo.
Mientras, seguiremos moviéndonos en la polémica.
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