Nos dirigimos hasta el cercano
santuario Meiji pero en ese momento estaban cerrando. Lo aplazamos para el
siguiente día.
Regresamos a nuestro barrio. En
la guía local que nos habían entregado y en la Lonely Planet hablaban de una
zona que constituía uno de los vestigios del pasado: Golden Gai.
La tarde estaba avanzada.
Caminamos por las calles estrechas en cuadrícula. Las que las cortaban eran aún
más estrechas: sólo dejaban pasar una persona. Esa cuadrícula formaba unos doscientos
establecimientos donde se reunía la bohemia: artistas, cantantes, pintores. En
muchos de ellos no se podía entrar sin invitación de un cliente habitual. El
interior de algunos era bastante peculiar y nos hubiera gustado tomar una
cerveza en ese ambiente.
El barrio surgió tras la Segunda
Guerra Mundial. Fue zona de prostitución, actividad que había abandonado.
Durante los años 80 sufrió el ataque de la Yakuza, de la mafia japonesa, que
pretendía construir en la zona, por lo que incendiaba las construcciones para
librarse de los ocupantes y despejar el terreno. La gente del barrio se
organizó para vigilar la zona.
Bajamos por un camino entre
montones de aparatos de aire acondicionado, a un lado, y construcciones de
chapa, en el otro. Daba un poco de miedo. Reinaba el caos, algo inimaginable en
este país. Pero los garitos, curiosos, delictivos y cachondos tenían su
atractivo. Alguno de los restaurantes merecía la pena.
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