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El blanco y tenue sortilegio del sol japonés 33. Nikko, lugar de peregrinación.



Nikko, lugar de peregrinación durante siglos, fue el lugar elegido por el primer y el tercer shogun del clan Tokugawa para su retiro definitivo. El primero, Ieyasu, que completó el proceso de unificación del país al inicio del siglo XVII y que ascendió a la categoría divina, murió en 1616 a la edad de 75 años y expresó su voluntad de ser enterrado en un nuevo santuario en la Montaña Sagrada. En los años posteriores, los daimios o señores del país, compitieron por realizar las mejores ofrendas a su jefe muerto. Uno de esos daimios, Masatsuna Matsudaira, que se encontraba en la ruina, se ofreció a plantar criptomerios, cedros japoneses, en el camino hasta Nikko. A lo largo de veinte años plantó trece mil ejemplares, muy juntos, para que no se le pudiera acusar de tacaño, y formaron una extraordinaria avenida de 40 kilómetros con un fuerte carácter iniciático. Tras casi cuatro siglos de crecimiento, parecía un ejército de gigantes a la espera de que su divina autoridad les pasara revista.
La subida desde la estación no era muy dura (unos 20 minutos andando) pero la lluvia arreciaba, el viento arrancaba los paraguas y un taxi apareció para salvarnos de las inclemencias. Así, subimos por la calle principal del pueblo, por el último tramo del camino de criptomerios y cruzamos el río hasta el santuario Tosho-gu.
Una leyenda ilustraba la presencia del puente sagrado sobre río Daiya. Corría el año 766, durante el período Nara, cuando el monje budista Shodo Shonin, atraído por la sacralidad de la montaña, intentó cruzar con un grupo de discípulos el río de aguas bravas y turbulentas. Se lamentó de su desdicha con grandes gemidos, a lo cual acudió desde el bosque una serpiente roja de enorme tamaño que se arqueó y tendió para formar un puente. El monje y su séquito cruzaron sobre su lomo. Al darse la vuelta en la otra orilla para dar las gracias, la serpiente se había desvanecido. En su honor se construyó el puente, que fue lacado de rojo y que sólo puede atravesar el emperador. Nosotros cruzamos por el más terrenal, de piedra.
Probablemente el lugar fue sagrado para los sintoístas desde mucho tiempo antes de la llegada de los budistas, lo que provocó el interés de estos por captarlo para su credo. Con el tiempo, aquel lugar apartado, ideal para la meditación y el ascetismo, se fue poblando de templos y santuarios. Incluso varios miembros de la familia imperial fueron nombrados abades del lugar. Ello aceleró la prosperidad de los templos.

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