En el interior del Palacio
Imperial se encontraban los tres santuarios donde se realizaban los rituales
del sintoísmo de la casa Imperial. Eran de uso exclusivo de la misma. El Santuario
Central, el Kashiko-dokono, estaba consagrado a la antecesora mitológica de la
familia Imperial. En su interior se custodiaba una réplica del espejo sagrado,
una de las Tres Insignias sagradas del emperador. El original se custodiaba en
el interior del santuario de Ise. Simbolizaba el espíritu de la diosa del Sol,
Amaterasu. En el lado occidental del santuario central estaba el Templo de los
Espíritus de los Antepasados, consagrado a los espíritus divinos de los
emperadores precedentes. En el lado oriental, el Santuario de los Kami,
consagrado a todos los kami del cielo
y de la tierra.[1]
Aquel parque animaba a solazarse
en el césped y descansar, como algunas personas disfrutaban, quizá residentes
de la ciudad. Nosotros paseamos y subimos hasta la plataforma de la torre
principal, Tenshudai. El contraste
entre el jardín y la línea de rascacielos era como el contraste de tradición y
modernidad. Al este se levantaban varios edificios modernos: el salón de
conciertos Tokagakudo, el
departamento de música y los archivos. Rodeándolos nos fuimos acercando hacia
la salida. Detrás quedaban los jardines Ninomaru, un jardín japonés tradicional
muy bonito y tremendamente relajante. Lástima que se acercaba la hora de
cerrar.
Salimos por la puerta Hirakawa-mon, cruzamos el foso y nos
deleitamos con las últimas fotos del palacio.
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