Pero también el barrio gozaba de
buenas tiendas y grandes almacenes. Siendo domingo estaban en su punto álgido.
Siguiendo las instrucciones que habíamos leído, entramos en Shibuya 109 y
paseamos por la zona a la caza de los ejemplares de la cultura Kogal, los adolescentes obsesionados con
su puesta a punto, con su pelo, su ropa y su aspecto exterior. No decepcionaba
y en algunos momentos parecía que te habían dibujado en una escena de manga o anime. El barrio aparece con bastante frecuencia en los mismos.
Pelos en cresta, pelos
desenfadados, desaliño estudiado, tintes de colorines, ropa maqueada, mucha
puntilla, ropa de diseño y de las mejores marcas, pendientes y piercing, ningún
tatuaje, que eso es propio de las mafias, chavales desenvueltos y a su bola.
Quizá los personajes de los comics (manga
se traduce como cómic) o los anime
(los dibujos animados) se inspiraban en esta juventud.
Después de estas experiencias
nos planteábamos cómo eran los modales y la educación de esa juventud. En las
estaciones se mostraban carteles de una campaña titulada Manners, modales, que hacía un llamamiento a las buenas costumbres.
La educación de que hacían gala los japoneses de forma natural parecía
resquebrajarse. Lo que parecía congénito se había olvidado o no se había
aprendido. Quizá la modernidad y la occidentalización pasaban factura, como en
alguna otra ocasión ya se había planteado.
Por lo que dedujimos, se habían
producido varios accidentes en el metro y en los trenes como consecuencia de la
ajetreada vida de la ciudad, por quienes corrían descontrolados o despistados y
arrollaban a otros, en muchos casos personas mayores. Las escaleras mecánicas
eran uno de los lugares habituales. Algunos habían acabado en las vías del
tren. Recordamos que había que seguir las flechas en las escaleras y los
pasillos.
Aún nos queda la duda de la
evolución de la educación de los jóvenes. En España, no obstante, serían
siempre un dechado de perfección.
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