En la obra Sintoísmo, de Sokyo Ono, leí las líneas básicas de la creación de
Japón. Izanagi-no-mikoto e Izanami-no-mikoto (el matrimonio de hermanos Izanagi
e Izanami) provenían de la Alta Planicie Celestial y crearon las Ocho Islas
Majestuosas, en definitiva, el archipiélago japonés. También crearon todas las
cosas, incluidos numerosos kami[1].
"De entre estos kami, tres eran
los más venerados: la diosa del Sol (Amaterasu-õ-mikami), el kami de la Alta Planicie Celestial; su
hermano (Susa-no-o-no-mikoto), que estaba a cargo de la Tierra; y la diosa de
la Luna (Tsuki-yomi-no-mikoto), que era el kami
del País de las Tinieblas”.[2]
El escritor español Vicente Blasco
Ibáñez nos aportaba la versión que le ofrecieron en su viaje sobre los amores
entre Izanagi e Izanami:
"Al arrojar al mundo al dios del Fuego,
murió a consecuencia de este parto ígneo, y su marido quiso recobrarla
penetrando en el reino de los muertos, como Orfeo, el divino cantor, fue en
busca de su difunta Eurídice. Después de numerosos combates para abrirse paso,
el valeroso Izanagi rescató a su esposa; pero al abrazarla lo hizo con tanto
entusiasmo, que rompió uno de los dientes de su peineta, y la majestuosa diosa
se transformó en un amasijo de carnes putrefactas, cayendo al suelo. Para
purificarse de tal contacto el viudo se bañó en un torrente, y de cada una de
las piezas de la vestidura, abandonada en la orilla, fue surgiendo un dios.
Además, de su ojo izquierdo nació Amaterasu, la diosa del Sol; de su ojo
derecho, el dios de la Luna, y de su nariz, Susanowo, el Hércules de la
mitología japonesa, más violento aún que éste en sus hazañas guerreras y sus
acometidas amorosas.
Del
acoplamiento de la hermosa Amaterasu y del agresivo Susanowo descienden los
actuales emperadores del Japón".[3]
[1]
Los kamis son las deidades nativas de Japón.
[2]
Sintoísmo. La vía de los Kami, página 19
[3]
Japón, de Vicente Blasco Ibáñez, página 30
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