Omotesando (que se traduciría
por acceso principal, referido al santuario Meiji), a pocos metros, era el
escaparate pijo de la moda tokiota. Todas las grandes marcas estaban
representadas: Zara, Tod’s, Bulgari, Chanel, Dior, Apple… En definitiva, un
peligro para la visa. Esas marcas de lujo se combinaban con una arquitectura de
vanguardia que despertaba una mayor admiración entre nosotros, que nos fijamos
más en las fachadas de los edificios que en los escaparates de las tiendas, por
cierto, impresionantes.
Las tiendas estaban aún cerradas.
Muy pocos vehículos circulaban por la que se comparaba con los Campos Elíseos
de París. Nos llamó la atención una larguísima cola formada por jovencitas muy
bien vestidas y perfectamente arregladas. Por supuesto, en fila de a dos, sin
que nadie se colara, todo muy ordenado. Esperaban la apertura de la tienda de
Apple, según comentó una chica a la que preguntó José Ramón.
Cambiamos de acera, nos
encontramos a unos españoles, observamos la entrada de unos rezagados a una
iglesia, nos asumamos a algunas tiendas y continuamos hacia el santuario Meiji.
Tomamos nota mentalmente de los detalles para comparar con su competencia, los
distritos de Shibuya y Ginza.
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