La juventud madrugaba el
domingo. La salida de la estación nos ofreció la entrada a la calle peatonal Takeshita,
repleta de chicas jóvenes (la proporción de chicos era muy inferior) en busca
de un vestido o un complemento rompedor. Por algo esta calle era famosa por
crear tendencia entre los jóvenes.
Atravesamos el arco de entrada a
la calle, con una decoración aniñada que era toda una declaración de
principios, y nos sumergimos en la masa que atestaba la calle, no precisamente
ancha. Debíamos circular por la izquierda para evitar choques, pero nosotros fuimos
cambiando de lado según nos atrajeron los mensajes de las tiendas. Había ropa
imponible; otra, curiosa. Los escaparates eran arte urbano para tribus urbanas,
para adolescentes en la edad del pavo que se emocionaban ante algo que a
nosotros nos provocaba rechazo o indiferencia. La juventud tenía gustos
diferentes a los nuestros. La pregunta era si los jóvenes españoles
compartirían esos mismos gustos estrafalarios.
En mayo se celebraba en
Takeshita un encuentro, el Gothic & Lolita and Punk, que reunía a lo más
florido de estas tendencias. Algún ejemplar de las mismas vagaba por la calle,
entraba en las tiendas de su grupo estético y todo el mundo pasaba de ella o de
él. Los demás eran indiferentes a ese impacto visual. Nuevamente nos
demostraban que el japonés pasa bastante de las pintas de los demás. Quizás si
uno de nosotros se hubiera puesto el pelo azul o verde hubiera generado alguna
risita tímida de estas chavalillas de aspecto inocente.
Por cierto, desde 2004 no se
vendían imitaciones. El gobierno japonés se había puesto serio contra esta
lacra.
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