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Yo me quedo en casa 45. Cancelaciones.



Recibo una llamada de mi primo Luis Alberto, un viajero empedernido con el que hacía tiempo que no hablaba. Nos ponemos un poco al día. Lo más inmediato en nuestras vidas ya se sabe que está relacionado con esta crisis sanitaria y con el confinamiento.
Como a otras muchas personas, le han anulado un vuelo. El coronavirus dinamitó las vacaciones de Semana Santa de mucha gente y ha devorado fines de semana, puentes y escapadas. Ahora queda la labor de recuperación de lo que se ha pagado. La experiencia perdida no nos la devolverá nadie. Ese tiempo se ha ido.
Luis Alberto se puso en contacto con la aerolínea y esta le remitió al intermediario con quien contrató y a quien pagó. El teléfono de esa plataforma está fuera de combate. Cuando lo intenta con el servicio de atención al público comprueba que está colapsado. Manda un correo electrónico y le devuelve una respuesta automática: están en ello, piden paciencia, están desbordados.
Le comento la experiencia de mi hermano, que tuvo la prevención de contratar un buen seguro de cancelación. Aún está esperando. Su contacto en la agencia que gestionó su viaje frustrado a Sri Lanka (yo también me planteé ese destino) ha sido afectada por un ERTE. No sabía muy bien qué debía hacer. Le aconsejé paciencia. No tienen capacidad para tanta reclamación. Quizá tampoco para las devoluciones de forma inmediata. Sin embargo, soy optimista. Tardarán, pero devolverán el dinero. De lo contrario, habrán firmado su sentencia de muerte.
Mi experiencia ha sido mixta en sus resultados. Con Renfe la gestión fue rápida y exitosa. Eficacia española, que luego despotricamos contra los nuestros, que son muy cumplidores. Me devolvieron el dinero al instante. Como era mediante abono en mi tarjeta de crédito, se quedó positivo, con un saldo a mi favor de 1,44 euros. Nunca me había ocurrido. Con el hotel habrá que esperar. También lo contraté a través de una plataforma y piden calma, también con un mensaje preestablecido. Tampoco es mucho dinero.
Por supuesto, otro tipo de decisiones como una reclamación a consumo o ante los tribunales sería absurdo. Tardaría mucho más.
Mis vacaciones de Semana Santa hubieran sido sencillas: me hubiera marchado a la playa con la familia. La escapada a Córdoba la podrá recuperar cuando quiera con otro billete de AVE y una reserva de hotel. Esos dos paréntesis en mi día a día me hubieran dado vidilla, hubieran agitado un poco mi existencia para seguir trabajando a la vuelta. Y esa es la parte que me preocupa por no poder recuperar.
Cada cancelación ha sido un pequeño trauma para cientos de miles de familias.

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