Focas en el puerto de Narooma. Nueva Gales del Sur. Australia.
Acabo de hablar con mi hermano
Tony. Ha intentado reenviarme un video que mostraba orcas en el puerto de El Médano,
en el sur de Tenerife. Al final, no lo ha conseguido y ha optado por llamarme
por teléfono. He agradecido su llamada.
Esta crisis sanitaria está
dejando imágenes curiosas. Recuerdo que en la travesía en ferry desde Los
cristianos hasta La Gomera nos acompañaron delfines. Otras personas que habían
realizado el mismo trayecto habían avistado otros cetáceos. Lo que no era
habitual era que esos cetáceos se colaran en el puerto como unos visitantes
despistados.
Esos enormes mamíferos marinos
se habían desplazado mar adentro huyendo del intenso tráfico de barcos en la
zona más cercana a la costa. Como les gusta mantener las distancias con los
humanos, y los humanos se han marchado, ahora no tienen que alejarse tanto y
seguro que su curiosidad, azuzada por la falta de peligro, les ha llevado a los
dominios tradicionales de los hombres, que antes eran los suyos propios.
En la pasada Semana Santa me
impresionó contemplar la basílica de San Pedro en Roma casi vacía. No recordaba
los hermosos suelos de mármol de varios colores. Normal, siempre estaba
atestada de gente. En la misa del Domingo de Resurrección habría una veintena
de asistentes, el coro y los de la RAI que retransmitían el acto. El vía crucis
del Viernes Santo mostraba una plaza vacía, impensable en fechas tan señaladas.
En la televisión y otros medios nos
han mostrado imágenes de populosas ciudades casi desiertas. En tiempos de
turismo masivo es casi impensable, un lujo. Ni siquiera a altas horas de la
madrugada era posible esa visión, ya que las grandes ciudades no duermen. Desnudas
del gentío, son lugares no sólo diferentes, más poéticos, también más fríos.
Cuando he viajado, he echado de menos esas estampas tan atípicas. Ahora, han
desaparecido los turistas y los locales, la gente que va a trabajar, los que
pasean, y las ciudades han quedado congeladas, sin el latido de su población.
Gritan en el silencio por volver a la vida.
Muchos nos planteamos cómo será
el regreso a las calles, a una normalidad más o menos matizada. Porque la gente
seguirá con miedo de entrar en un bar, del contacto físico con otros. ¿Se
atreverán a dar un paseo en una calle concurrida, a bajar a la playa y
encontrar que otros muchos han tenido la misma idea y se pueden contagiar?
No es fácil vaticinar cómo será
el fin del confinamiento ni cómo será la supuesta vuelta a la vida social.
Esperamos que sea pronto y de forma segura.
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