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Yo me quedo en casa 40. Quizá sea la lluvia.


Cuadro expuesto en la muestra "Toulouse Lautrec y el espíritu de Montmartre. 
Caixaforum Madrid.

Falto de otras distracciones me asomo a la calle durante la tormenta. La granizada ha sido rápida y violenta, sin contemplaciones, como si tuviera la intención de machacar a los que hubieran violado el confinamiento, como un castigo divino. Luego se ha estabilizado la pertinaz lluvia, el golpeteo de las gotas sobre el alero de metal, se han acrecentado los truenos que suenan como el desprendimiento de unas rocas en un alud sin nieve.
La luz se ha empequeñecido y he encendido la lámpara de la mesa. He tratado de trabajar un rato, pero falla la conexión con la Agencia Tributaria y no he podido avanzar con las declaraciones.
La lluvia ha apaciguado el fervor emisor de mensajes de la gente. He recibido muchos menos que en otros días. Quizá es que algunos se han tomado más en serio lo de teletrabajar.
Entre esos pocos vídeos me ha llegado uno bastante indignante. Es de Europa Press, de 2014, de la época de la crisis sanitaria del ébola. Un furgón blanco sale a la calle donde un grupo de periodistas y exaltados lo recibe a los gritos de “asesinos”, grito de indignación enfurecido. Los manifestantes se abalanzan sobre el furgón y tiene que intervenir la policía nacional. Se forma un tumulto considerable, la cámara oscila al desplazarse buscando la imagen impactante, la noticia gráfica.
Ese tumulto se formó por el sacrificio de un perro que se había contagiado de ébola. Se produjo una gran polémica ya que un sector de la sociedad pidió que se aplicaran otras medidas. Sin duda, ese episodio y su difusión generaron un desgaste al gobierno de Rajoy y pesaría sobre la titular de Sanidad, Ana Mato, que no terminó la legislatura en su cartera. Quizá ese era el objeto.
En el momento de escribir estas líneas estamos casi en 20.000 muertos y más de 200.000 contagiados confirmados. Nadie puede manifestarse por los muertos, como lo hicieron aquellos energúmenos por un perro, ya que no se permite salir a la calle, y menos a una concentración. La indignación o el dolor se tienen que manifestar por vía telemática, por los mensajes, por conexiones vía plataformas o aplicaciones. Quizá aquellos que se manifestaron por el perro no han dicho nada por estos muertos.
No se ha decretado ningún duelo oficial por los fallecidos, algo que ha sido requerido por diversas fuerzas de la oposición y por la ciudadanía. Muchas instituciones privadas han colocado en sus webs y en sus edificios un crespón negro. Algo habrá que hacer para honrar a esos muertos que se han ido sin el calor de sus familias, sin una última despedida, sin responsos, sin funerales, a una morgue anónima de ataúdes amontonados.
Parece que un perro es más que millares de humanos. Menuda sociedad.

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