Museo Cerralbo. Madrid
Cumpliendo con lo prometido he
empezado la difícil lectura de Ulises,
de James Joyce, una de las grandes obras de la literatura universal.
La primera visión del libro, un
ladrillo en toda regla, amedrenta a cualquiera. En la edición de Cátedra de
1999 el texto ocupa 908 páginas. El estudio previo casi alcanza las doscientas.
Siguiendo las indicaciones de mi
amiga Carmen, leí la primera parte del estudio (la más genérica) y luego inicié
la lectura de cada episodio intercalando la parte del estudio correspondiente.
Leía el capítulo y luego recomponía mi percepción con las pautas ofrecidas por
Francisco García Tortosa, que alumbraba el contenido.
El estudio previo es como una
advertencia para el lector. Le anima a avanzar, pero le advierte de los
“peligros”, del terreno complicado por el que se va a internar. Los saltos de
espacio y tiempo, la cantidad de personajes y situaciones, la variedad de
estilos, la alternancia de los monólogos y la voz del narrador, y un largo
etcétera de dificultades jalonan la lectura.
Al inicio del texto me pareció
que era asumible. Es verdad que me enteraba de algo y que luego el estudio lo
sistematizaba o aclaraba. Pero al llegar al tercer episodio, el último de la
primera parte, “Proteo”, caí en la desesperación y a punto estuve de abrirme
las venas. Luego recordé que no tengo asistenta con lo que correría de mi cuenta
limpiar la sangre derramada. Estaba absolutamente perdido.
He procurado avanzar en la
lectura en mis horas más cuerdas, en las que estoy más despejado, más alerta a
los mensajes del autor. También me he relajado con el objetivo de percibir
todo. Si el libro ha generado tantas guías, estudios, monografías e interpretaciones,
es absurdo pretender entender todo de una sola lectura. Mi amiga Carmen me
advirtió que había episodios desesperantes, aunque luego regresaba algo de
coherencia. Cuando pienso que mi amiga Silvia se lo leyó en inglés me entra un
sudor frío tremendo.
La reproducción hiperrealista de
los pensamientos y la lengua hablada, tal como fluyen de forma desordenada en
nuestro cerebro o se expresan en una conversación entrecortada, la había
encontrado en otros libros. Ulises
fue el que abrió esa vía de expresión. Para el lector implica un mayor esfuerzo
y una labor más creativa al no aportar el autor grande referencias. En su
momento fue tan innovador que lo aplaudió la crítica, pero no los lectores.
Hasta fue objeto de varios procesos judiciales.
Me gustan las descripciones, las
palabras extrañas, el ambiente de esa literatura, el reto de la lectura. Espero
no desanimarme y terminar la obra durante este confinamiento. Es tiempo de
grandes retos.
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