Subimos al campanario en
ascensor. Allí había instalada una pequeña exposición sobre la construcción de
la iglesia y sobre Hallgrimur Petrusson, importante clérigo del siglo XVII
famoso por los Salmos de la Pasión,
una obra religiosa clásica. Durante sus años de seminario en Copenhague le
asignaron la educación religiosa de un pequeño grupo que había sido rescatado
de los berberiscos que habían atacado el país en 1627 y que fueron capturados
como prisioneros. Entre ellos se encontraba una mujer 17 años mayor que él y
casada. Iniciaron una relación y ella quedó embarazada. Cuando regresaron a
Islandia se confirmó que su marido había muerto y pudieron casarse.
Desde aquella altura se dominaba
toda la ciudad, que se prolongaba hacia el horizonte. Había nacido en una
península que ofrecía un buen abrigo a los barcos al final de la bahía. Desde
el casco viejo se había ido extendiendo por la bahía y hacia las montañas.
Desde la Segunda Guerra Mundial su crecimiento fue imparable.
Con la ayuda en un plano era
fácil situar las diversas zonas y los edificios más emblemáticos. Hacia el
este, los edificios salpicados de árboles se prolongaban hacia las montañas.
Todo el entorno abundaba en parques y jardines. Hacia el sur, una extensión
aparentemente vacía marcaba el antiguo aeropuerto que había quedado para vuelos
nacionales, a islas Feroe y Groenlandia. Al lado, los búnkeres de la Segunda
Guerra Mundial y la cúpula del museo Perlan.
Junto al mar, al norte, la
estructura de vidrio del Harpa marcaba la cercanía del puerto.
A nuestros pies estaban las
calles más comerciales, como Laugavegur o Skolavdirustigur, el museo de
escultura de Einar Johnson o la colección de Asgrimur Jonsson. Al frente, el
lago Tjornin con el ayuntamiento, el parlamento y la catedral. Al sudoeste, la
Nordic House de Alvar Aalto. Brillaban las casas de colores vivos.
0 comments:
Publicar un comentario