Desde lo alto, en dirección este
y entre los árboles, aparecían dos edificios que habían sido la imagen de la
ciudad y del país, aunque no tuvieran especiales valores arquitectónicos o
paisajísticos. Su importancia procedía de los hechos que habían acogido en sus
interiores.
El primero, en el parque que
albergaba el zoo y otras atracciones, y en donde era habitual contemplar a los
habitantes de la ciudad pasear, era Laugardalshöll. En el verano de 1972
albergó el “Match del Siglo”, que enfrentó al norteamericano Bobby Fischer
contra el soviético, y defensor del título de campeón del mundo de ajedrez,
Borris Spassky.
Si alguien se pregunta cómo se decidió
celebrar el encuentro en Rekiavik, la respuesta era sencilla: pujó más que
ninguna otra ciudad, en concreto, 125.000 dólares. Para aquellos tiempos y para
el mundo del ajedrez era una cantidad importante. En la revancha de 1992 los
premios ascendieron a 5 millones de dólares.
En aquel entonces se seguía un
sistema challenger en que el campeón se enfrentaba al ganador del Torneo
de Candidatos. El ganador había sido Fischer con un despliegue de juego
impresionante. Había eliminado a figuras como el danés Bent Larssen o el
soviético y excampeón Tigran Petrossian. Se habían sucedido durante 24 años, de
forma indiscutible, los soviéticos, grandes dominadores del ajedrez.
Más importante que todo ello era
el morbo del combate entre jugadores de países implicados en la Guerra Fría.
Estaba en juego el título, evidente, pero también la supremacía mundial.
Querían trasladar esa supremacía a todos los ámbitos, incluido el deporte y,
particularmente, al ajedrez.
El campeonato empezó bien para
Spassky, que ganó la primera partida y le dieron por vencedor en la segunda por
incomparecencia de Fischer. Después, éste remontó y acabó ganado por 12,5-8,50.
Las cosas no les fueron bien a
ninguno de los dos contendientes. Spassky dejó de tener el favor de las
autoridades deportivas y políticas de su país, que encontraron en Karpov al
aspirante que buscaban. Acabó pidiendo asilo político en Francia. Fischer no
defendió el título. Desapareció del mapa. Un enfrentamiento con las autoridades
americanas que le supuso la cárcel, y el uso indebido de un pasaporte, le llevó
a pedir asilo en Islandia, que le había concedido la nacionalidad, con evidente
cabreo por parte de Estados Unidos. En este país murió y está sepultado.
El otro edificio fue la antigua
sede del consulado francés, el Höfdi. Los días 11 y 12 de octubre de 1986 se
reunieron en esa hermosa casa, que fue también el hogar del poeta y empresario
Einar Bendiktsson, los presidentes de la Unión Soviética, Mijail Gorvachov, y
de Estados Unidos, Ronald Reagan. La casa estaba cerca del mar y desde 1958 era
propiedad de la ciudad.
El propósito de aquella reunión
de los dos hombres más poderosos del planeta era dialogar para limitar las
armas de ambos bandos. Aunque no se llegó a ningún acuerdo, lejos de ser un
fracaso supuso la base para la firma en 1987 del Tratado de Fuerzas Nucleares
de Alcance Intermedio.
Reikiavik ofrecía un lugar
discreto. Quizá la falta de otros atractivos impulsaba las sesiones de trabajo.
Reikiavik e Islandia aparecían
en el mundo.
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