Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
¿Tan miserable es nuestro
tiempo que algo
digno, algo que no se
venda sino que, alto
y puro, arda en amor del
pueblo y nos levante
ya no es motivo de
alegría?...
De Conjuros, de Claudio Rodríguez.
En estos días de Semana Santa
propicios para la reflexión me doy cuenta de que soy un privilegiado y por ello
debo de dar gracias a Dios, como buen cristiano (objetivamente mejorable, eso
sí) o simplemente como persona agradecida.
Conservo la salud, que es lo más
importante en estos momentos. No sé si he quedado al margen del contagio, si lo
he contraído y soy asintomático o estoy en alguno de los demás estadios que la
ciencia médica utiliza para catalogar a los enfermos. No sé si esa situación se
prolongará en el futuro, pero no me agobio, no hago cábalas inútiles. Sí
extremo el cuidado para no contagiarme y para mantener mis defensas en guardia.
Y, mañana, Dios dirá. Mientras, doy gracias a Dios. Los no creyentes pueden
hacer lo mismo agradeciendo a lo que estimen conveniente.
Mi mente continúa despejada. Las
molestias en la espalda y el cuello las voy subsanando con los programas de
ejercicios diseñados por mi ángel de la guardia, Borja, mi entrenador personal,
que me hace un seguimiento puntual y me da consejos y pautas para mejorar mi
cuerpo y, en definitiva, mi ánimo. Con dolores es complicado mantener la
cordura. Apelo a mi disciplina, que se traduce en evitar a las malas posturas,
dosificar, hacer ejercicio. Nuevo motivo para dar gracias.
Al analizar el aluvión de
boletines y normas califico que no soy un ciudadano en estado de vulnerabilidad
económica. He pagado mi cuota trimestral del Colegio de Abogados, la
mensualidad de la Mutualidad de la Abogacía (equivalente a la cuota de
autónomos), los consumos… no he tenido necesidad de moratorias ni de
fraccionamientos. Clamo porque lleguen las ayudas a los necesitados. Yo no las
necesito. El saldo de mi cuenta me permite ser optimista en cuanto a aguantar
la sequía económica que vivimos y que se prolongará, esperemos que no sea por
demasiado tiempo y sin grandes secuelas. Por tercera vez doy gracias a Dios.
Cuando miro en mi entorno más
inmediato, familia y amigos, no encuentro grandes destrozos. No han quedado
afectados por ERTEs, se están dejando la piel con el teletrabajo, su horizonte
no anuncia tormenta inmediata. Se tendrán que apretar el cinturón, como todos. Algunos
han perdido seres queridos, otros están preocupados por la incertidumbre, pero
sé que saldrán adelante y que podremos contarlo cuando volvamos a vernos.
Cuarto motivo para cumplir aquello de que es de bien nacidos ser agradecidos.
Nos faltan los abrazos, pero mi
entorno derrocha amor y eso me ayuda a proyectar mi amor sobre otros. Estoy
solo, pero no estoy afectado por el virus de la soledad. Contabilizo muchas
personas que se han ofrecido a ayudarme, aunque ahora mismo, gracias a Dios, no
las necesito.
Sigo meditando y me quedo en un
bucle de agradecimiento.
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