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Yo me quedo en casa 3. Héroes anónimos.


Mi amiga María me envía una foto con un aviso que han colocado en el tablón de anuncios del portal de casa de su madre:
"Hola vecinos:
Sé que en la comunidad hay personas mayores y otras con niños pequeños.
Si necesitáis ayuda para hacer pequeñas compras y no tenéis a nadie que os ayude, me ofrezco a echar una mano.
Es mejor que estén a sus casas unos días.
Un saludo."
A quien redactó esa nota de forma solidaria y espontánea se le han unido otros jóvenes héroes sabedores de las necesidades de sus vecinos y dirigido a que se cumpla la cuarentena, tan necesaria como, esperamos, eficaz. Respeta a tu prójimo, porque quizá ese pequeño gesto esté salvando vidas, impidiendo contagios, adelantando la reapertura de negocios y el inicio de la recuperación.
En el otro extremo, pusieron en circulación en redes sociales las entrevistas a varios estudiantes, de escasas miras, que lo único que veían en el cierre de universidades eran esas vacaciones que no habían podido disfrutar en Navidad por los exámenes. No tenían intención alguna de dedicar ese tiempo a estudiar. Seguirían de marcha, más salvaje de lo habitual, se jactaban. Confío en que los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado los confinen en sus casas o en lugares de donde se pueda salir con mucha mayor dificultad. Así quizá reciban el hervor que les falta.
El otro relato desafortunado fue el lamentable espectáculo del parking de La Pedriza lleno a rebosar. Como si fuera un festivo más. Considerarían que, ya que les iban a encerrar en casa, vaya incordio, mejor hacerlo después de un día al aire libre expandiendo el virus. Aquí los interfectos eran más mayores, aunque igualmente incapacitados para pensar, y menos aún para pensar en los demás. Como diría Forges: País.
En momentos de crisis aflora la verdadera naturaleza de las personas. Nacen héroes, pero también villanos.
Los héroes muchas veces son personas anónimas, sin intención alguna de serlo, que no pasarán a los libros de historia ni serán aireados en los medios de comunicación. Sin medallas ni reconocimientos públicos. Sin embargo, sus servicios, en apariencia diminutos, son tremendamente eficaces y esenciales para esa intrahistoria de individuos más desfavorecidos, más débiles y que no pueden valerse por sí mismos que precisan de estos gestos, de colaboración activa y no de mensajes grandilocuentes.
Esos héroes son solidarios, se sacrifican por los demás, cumplen las normas por respeto a otros y toman la iniciativa allí donde no llegan los demás: la familia, la administración, los poderes fácticos. Son conscientes de las necesidades de sus vecinos, de los más cercanos. No hay que alejarse demasiado para palpar los dramas y la necesidad.
Ayudan desde el corazón. Por eso me emociono. Y porque dos de ellos son mis sobrinos.

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