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Yo me quedo en casa 20. ¿Hacia un nuevo modelo de producción?



Una noticia esperanzadora puede esconder una realidad preocupante.
La prensa se hace eco de una masiva compra de material a China por un total de 432 millones de euros, compuesto de 550 millones de mascarillas, 5,5 millones de test de detección del virus y 950 equipos de respiración asistida. Con ello parece que se solucionará el problema de desabastecimiento que ha sido denunciado por los que ocupan la primera línea de fuego y están más expuestos al contagio. Sin duda, una gestión exitosa. Pondrá remedio a esa compra de test inservibles que ha generado un revuelo mediático con interrogantes sobre el causante se esa negligencia.
Es evidente que nos enfrentamos a una situación imprevisible y sin precedentes, aunque ahora afloran voces más autorizadas (que en su momento serían tachados de catastrofistas o incluso de antipatriotas) que advertían de la posibilidad de una pandemia, una epidemia mucho mayor y global de o sufrido hasta ahora en nuestro mundo del siglo XXI. Y en esta situación sería conveniente examinar si nuestro modelo de producción es el más adecuado ante una situación de crisis extrema y a nivel mundial.
Durante los últimos años hemos sido testigos del avance de una nueva gran potencial, en el plano político y, sobre todo, en el económico. Durante muchos años hemos observado sin pestañear lo cómodo que era fabricar en China (y en otros países asiáticos) a precios muy bajos. Los beneficios empresariales crecían exponencialmente, aunque quedara un reguero de desempleados en los países de origen. No importaba qué se mandaba para producir en el exterior, sin tomar en consideración que esos terceros países podían llegar a crear un monopolio en determinados sectores, con las consecuencias pertinentes en un momento de crisis.
Es tiempo de analizar lo que consideramos como producción estratégica para que la misma sea retenida en un alto porcentaje en España o en otros países de la Unión Europea, a pesar de que algunos, como Alemania, hayan advertido de que su producción servirá preferentemente a los alemanes. Quizá entre esos productos estratégicos haya que incluir el material sanitario, en general, y evitar el espectáculo actual.
Otra vía que se está aplicando apela a la versatilidad de nuestra industria, que está paliando la imprevisión y el desabastecimiento. El sector textil se ha consagrado a la producción de mascarillas y el automovilístico a la fabricación de respiradores, por poner dos ejemplos de los más impactantes en estos días. La impresión es que son más un ejemplo de ingenio en la necesidad que una solución definitiva.
Se debería de volver a la proximidad. Otros países de nuestro entorno geográfico más inmediatos, como Marruecos o Turquía, pueden ser alternativas a considerar. Y retener una parte en industrias locales por medio de ayudas o subvenciones, en una política similar a la agrícola, aunque vaya en contra de los dictados de la Unión Europea. Menos transporte también aliviará el medio ambiente.
Debemos trazar un claro plan de contingencia ante posibles nuevas catástrofes.

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