Ayer telefoneé a mi amigo Alfred
y estuvimos charlando sobre cómo llevábamos el confinamiento. Habitualmente
hablamos de nuestros viajes, nuestros destinos deseados o de nuestros
preparativos. Esta vez el capítulo de viajes anulados ha ocupado pocos minutos.
Alfred es un privilegiado y le
envidio sanamente por comprobar que se ha adaptado bien. Ha reunido a dos de
sus hijos y a sus nietos en su casa de campo a las afueras de Xátiva y disfruta
del aislamiento en familia. Juega al ajedrez con su hijo, al bingo con sus
nietos, hace una escapadita entre los almendros de su parcela y tiene poco
tiempo para aburrirse. Se queja de disfrutar de poco tiempo para leer todos
esos libros que le apetecería.
Ambos nos hemos planteado el
reto de leer Ulises, de Joyce. Ambos
lo hemos intentado, pero hemos abandonado. Él llegó hasta la página 70. Yo no
pude terminar el estudio previo, de 150 páginas. No sé si es masoquismo o lucha
de titanes. Afán de superación.
Su pareja, Amparo, que trabaja
en Valencia, y está desbordada, no se ha podido reunir con ellos.
Alfred apela a un criterio de
razonabilidad en relación con la interpretación de las medidas aprobadas. Como
es una persona muy sesuda y responsable sé que hará una interpretación ponderada
y que las aplicará en pro del colectivo y no para su satisfacción personal. No
es el caso de otras muchas personas que interpretan la flexibilidad al margen
de la solidaridad y consideran que el confinamiento son unas vacaciones que les
ofrecen la posibilidad de bajar a la playa sin apreturas, bañarse en la piscina
de la comunidad o darse un paseo por la ciudad vaciada.
Hasta el momento han detenido a casi mil personas y han cursado más de cien mil denuncias. Tomando como base los 48 millones
de españoles se puede interpretar que el nivel de cumplimiento es alto. Quizá
porque se está aplicando a rajatabla por los cuerpos de seguridad del estado y
el ejército. Si dices que vas al supermercado verifican que vas al más cercano
y si regresas te piden el ticket de la compra (hay quien lleva siempre una
bolsa con algunos alimentos para dar el pego). A los que van a trabajar les
piden un certificado de la empresa.
Los beneficios de estas medidas
a todos los niveles, desde el local al global, son evidentes en todos los ámbitos.
Por ejemplo, la delincuencia ha bajado a la mitad. En un divertido vídeo casero
que me enviaron, un supuesto delincuente (perfectamente encapuchado) se quejaba
de que no había a quién robar o asaltar al no haber gente por la calle. El
negocio de desvalijar casas estaba jodido porque todo el mundo estaba en ellas.
El hombre pedía ayuda a la administración. No podrá solicitar la prestación por
cese de actividad al no estar dado de alta como autónomo ni tampoco podrá
instar un expediente temporal de regulación de empleo (ERTE) de sus
colaboradores necesarios al no haberles dado de alta en la Seguridad Social.
Los problemas de trabajar al margen de la ley y facturar en B. Ya lo habíamos
advertido los asesores.
Por otra parte, la contaminación
ha bajado y es posible que el parón económico alivie los problemas
medioambientales del mundo. Algo es algo.
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