Museo Sorolla.
El mundo de las lentejas se
clasifica en pegadas y aguadas. Como la vez anterior se pegaron, esta vez
tocaban aguadas. Pero se logró el milagro y han quedado en su punto, densas
aunque sueltas, exquisitas de sabor. A pesar de que olvidé poner una patata
para que absorbiera la grasa.
Ha bajado tanto el trabajo que
puedo consagrar más tiempo a cocinar, una actividad que me relaja. Ahora puedo
preparar recetas que tan sólo eran viables en fin de semana, con bastante
tiempo por delante. La flexibilidad del teletrabajo suaviza ese inconveniente.
Habitualmente, o sea, antes del
confinamiento, la posibilidad de comer como en un “tres estrellas michelín” se
materializaba en la excelente comida preparada por mi cuñada, los sábados, y
por mi hermana y mi cuñado, los domingos, magníficos chefs que hacían las delicias de la familia con platos menos
habituales, más complicados de elaboración y de resultados sorprendentemente
ricos. Para mí eran inasumibles por la falta de tiempo, de cacharros y de
ingredientes. Claro que cualquiera dirá que son excusas de un vago integral. No
les falta razón.
No me considero mal cocinero. Un
poco limitado, desde luego. Repito los platos de ejecución sencilla y que
permiten su congelación. Mi hermano se quedó asombrado el otro día con el kilo
de albóndigas que preparé o la olla de lentejas para cinco raciones. Entre mis
especialidades están el bonito con tomate o un clásico como las judías con
perdices. Pero es el momento de renovar y ampliar el recetario. El
aburrimiento, que nos asedia en el confinamiento, es peligrosísimo.
Hace algunos años, mis sobrinos
me regalaron por Reyes una suscripción de tres meses para asistir a un taller
de cocina. No sé si lo hicieron porque mis platos eran objetivamente mejorables
o porque consideraban que tenía potencial para la cocina. Me gustó la
experiencia de preparar un aperitivo, un primero, un segundo y un postre en
compañía de otra gente con la misma inquietud. Al terminar, nos sentábamos en
una mesa alargada y comunal y nos zampábamos lo cocinado opinando sobre el
resultado final. Aquello me dio mucha seguridad en la cocina y me atreví con muchas
recetas. Es el momento de rescatarlas.
Me he pesado y he perdido un kilo
desde que instauraron el estado de alarma. Espero que no sea de masa muscular.
Mi rutina de gimnasia y ejercicios ha permitido esa buena noticia.
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