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Una saga islandesa en autocaravana 134. Las cascadas de Hraunafoss y Barnafoss.



Continuando hacia el interior, nos adentramos en una zona configurada por el campo del agua de Hallmundarhraun que debía su nombre a un personaje de la saga de Grettir que vivió en la misma, Hallmundur. El paisaje ondulaba el terreno con suaves colinas.
Bajo aquel campo de lava discurrían aguas subterráneas que buscaban salir a causa del bloqueo de un flujo de lava que tuvo lugar hace un milenio en el valle del río Hvitá. Esa liberación victoriosa de las aguas dio origen a Hraunfossar, las cascadas de lava.
Ésas cascadas eran muy populares, como comprobamos en el aparcamiento atestado de vehículos. Nuevamente, la imaginación geológica de Islandia se traducía en otra cascada diferente a las que habíamos contemplado hasta aquel momento, que eran muchas. La escasa altura de las colinas impedía espectaculares caídas de agua por lo que esta vez se habían organizado en una multitud de manantiales que se asomaban en más de un kilómetro alimentando el río glaciar Hvitá, de aguas agitadas de un frío color azul claro. La sensación era de un vergel, no tanto por la abundancia de matorral como por la abundancia de agua saltarina y alegre. Varios miradores permitían divisar el paisaje en su totalidad desde los mejores ángulos.
Aguas arriba, las coladas de lava habían cerrado el acceso al río y formaban un estrecho cañón en donde se precipitaba Barnafoss, la cáscara de los niños, que debía su nombre a un triste acontecimiento reflejado en un relato popular. Un día de Navidad, la familia que habitaba la granja Hrausás, en los alrededores, acudió a misa. Los dos hijos pequeños de la dueña se quedaron en la casa. La madre les advirtió para que no salieran, pero los críos la desobedecieron cuando se aburrieron de esperar. Salieron al campo y llegaron al río, sobre el que la lava había trazado puentes de piedra. Los muchachos se dispusieron a cruzar el estrecho puente. Cuando estaban a la mitad, les entró pánico y acabaron cayendo al río, donde se ahogaron. Al regresar la familia y no encontrar a los niños, la madre ordenó una batida, que resultó infructuosa. Quería enterrar a sus hijos, por lo que prometió donar sus tierras a la parroquia en que aparecieran. Poco después, aparecieron en Nordur-Reykir, perteneciente a la parroquia de Reykholt. Y a ella pasaron las granjas Hrausás y Húsafell.
La madre destruyó el puente para impedir nuevas tragedias.

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