Continuando hacia el interior,
nos adentramos en una zona configurada por el campo del agua de Hallmundarhraun
que debía su nombre a un personaje de la saga de Grettir que vivió en la misma,
Hallmundur. El paisaje ondulaba el terreno con suaves colinas.
Bajo aquel campo de lava
discurrían aguas subterráneas que buscaban salir a causa del bloqueo de un
flujo de lava que tuvo lugar hace un milenio en el valle del río Hvitá. Esa
liberación victoriosa de las aguas dio origen a Hraunfossar, las cascadas de
lava.
Ésas cascadas eran muy
populares, como comprobamos en el aparcamiento atestado de vehículos.
Nuevamente, la imaginación geológica de Islandia se traducía en otra cascada
diferente a las que habíamos contemplado hasta aquel momento, que eran muchas.
La escasa altura de las colinas impedía espectaculares caídas de agua por lo
que esta vez se habían organizado en una multitud de manantiales que se asomaban
en más de un kilómetro alimentando el río glaciar Hvitá, de aguas agitadas de
un frío color azul claro. La sensación era de un vergel, no tanto por la
abundancia de matorral como por la abundancia de agua saltarina y alegre.
Varios miradores permitían divisar el paisaje en su totalidad desde los mejores
ángulos.
Aguas arriba, las coladas de
lava habían cerrado el acceso al río y formaban un estrecho cañón en donde se
precipitaba Barnafoss, la cáscara de los niños, que debía su nombre a un triste
acontecimiento reflejado en un relato popular. Un día de Navidad, la familia
que habitaba la granja Hrausás, en los alrededores, acudió a misa. Los dos
hijos pequeños de la dueña se quedaron en la casa. La madre les advirtió para
que no salieran, pero los críos la desobedecieron cuando se aburrieron de
esperar. Salieron al campo y llegaron al río, sobre el que la lava había
trazado puentes de piedra. Los muchachos se dispusieron a cruzar el estrecho
puente. Cuando estaban a la mitad, les entró pánico y acabaron cayendo al río,
donde se ahogaron. Al regresar la familia y no encontrar a los niños, la madre
ordenó una batida, que resultó infructuosa. Quería enterrar a sus hijos, por lo
que prometió donar sus tierras a la parroquia en que aparecieran. Poco después,
aparecieron en Nordur-Reykir, perteneciente a la parroquia de Reykholt. Y a
ella pasaron las granjas Hrausás y Húsafell.
La madre destruyó el puente para
impedir nuevas tragedias.
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