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Una saga islandesa en autocaravana 94. Akureyri I


A pocos kilómetros de distancia estaba Akureyri, segunda ciudad del país (según otros cómputos sería la cuarta, detrás de la capital y sus ciudades satélite), con una población de unos 18.200 habitantes. Y me ratifico en lo de ciudad, a pesar de su escasa población, porque reunía todos los elementos para esa calificación ya que disponía de aeropuerto, universidad, una animada vida social y era el eje del norte del país. En los alrededores había estaciones de esquí.
Se ubicaba en la base del fiordo más alargado de Islandia, Eyjafjördur, cuyos altos acantilados la dotaban de una climatología más moderada al resguardarla de los fuertes vientos del Ártico. Atravesamos esas altas montañas por el túnel Vadlaheidi, de 7,5 kilómetros, lo que evitaba un complicado puerto de montaña. La ciudad se mostraba alargada al otro lado.

Las buenas condiciones geográficas fueron la causa de que se establecieran en ella los vikingos y que en 1602 fuera declarado puerto de comercio con Dinamarca. En 1786 ganó el estatuto de ciudad y en el siglo XIX vivió un importante impulso al desaparecer el monopolio impuesto por la corona danesa.
Entramos en la ciudad por la avenida paralela al fiordo. Nos causó buena impresión. Nos dirigimos directamente a la oficina de turismo, situada en Hof Cultural, un edificio circular que albergaba el centro de conferencias y una buena sala de conciertos, una cafetería y otros servicios. Era vanguardista, luminoso, atrayente. En la oficina de información nos atendió otra paisana, una joven de Santander, rubia, guapa y un poco estirada al principio. Después bromeó con nosotros, desplegó un plano y nos dio unas valiosas instrucciones para visitar la ciudad. Además, guardó el móvil de Jose que se había dejado en los servicios.

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