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Una saga islandesa en autocaravana 85. Dettifoss.


Abandonamos el ámbito del lago Myvatn y regresamos a la carretera de circunvalación en dirección este, como si regresáramos al camino del día anterior en busca de nuestra dosis de cascadas de la jornada: nos esperaba Dettifoss.
El río Jokulsá á Fjöllum, que nacía en el glaciar Vatnajökull, trazaba hacia el norte un espectacular cañón, Jokulsárgljúfur, que estaba jalonado por varias cascadas. La más espectacular y caudalosa era Dettifoss, con un caudal que oscilaba entre 200 y 500 metros cúbicos por segundo, el mayor de Europa. Era accesible por dos carreteras independientes que conducían a cada uno de los lados sin posibilidad de cruzar al otro. No había ningún puente. Recordaba que mi amigo Alfred había comentado que intentó la ruta del este, por la 864, sin asfaltar, y desistió en su empeño por el mal estado del firme. La 862, por el oeste, era bastante cómoda.

La cascada era, cómo no, espectacular. Desde el aparcamiento se divisaba la nube de vapor de agua que generaba y el sonido de su fuerza. No es extraño que Ridley Scott la inmortalizara en la escena inicial de Prometeo, o que el compositor islandés Jón Leifs le dedicara una obra.
Jose caminó un rato hacia la cascada, pero su rodilla se resintió un poco y no quiso forzar. Por ello, hice una visita algo más rápida. No llegué a descender hasta el camino más cercano a la cascada.
El tiempo era hosco, el cielo grisáceo había cerrado filas para impedir el paso del sol. La escena era más dramática, más impresionante. Eran 45 metros de altura, de imponente caída. El cañón se abría 100 metros y el estruendo que producía la caída del agua penetraba en el cuerpo, lo golpeaba, rociaba el rostro y lo dejaba impactado. Nada de lo que habíamos visto hasta entonces se le podía comparar.

Seguí aguas arriba por la parte alta del cañón. Los cortados imponían respeto. El tamaño de las personas acrecentaba el contraste entre la grandiosidad de la naturaleza y lo intrascendente de lo humano.
Regresando, observé la cascada más pequeña, más baja pero muy amplia, con un semicírculo: Selfoss. Me acerqué para contemplarla en su totalidad y volví a quedar impresionado.
Aceleré el paso para no hacer esperar a Jose.

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