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Una saga islandesa en autocaravana 103. Hólar II


El primer obispo fundó una escuela catedralicia que fue también el germen del primer monasterio. En esta escuela se formaron muchos clérigos y fue atendida o dirigida por importantes obispos, como Gudmundur el Bueno, aquel consagrador de lugares a lo largo de todo el país. El elemento mágico y, quizá diabólico, lo ponía Loftur el mago, cuya leyenda hablaba de prácticas simoníacas.
En Hólar se estableció la primera imprenta allá por 1530. El obispo Gudbrandur Thorlaksson fue el responsable de que se imprimiera aquí la primera traducción al islandés de la Biblia. La ciudad era, sin duda, un importante centro de poder y cultura. En 1801 fue abolido el obispado (también el de Reykhólt) en favor de Reikiavik, y entró en decadencia.

Nos asomamos al campanario, aunque no subimos para no recargar la rodilla de Jose. Entramos en la catedral y nos recibió un hombre muy mayor que nos entregó una hoja explicativa del templo. No era grandioso pero nos gustó su carácter íntimo, sus bancos verdes de madera, su decoración y su ambiente. La zona de la cabecera estaba separada de los feligreses por una verja de madera.
A la izquierda, destacaba un potente Cristo de madera del siglo XVI. Sin duda, lo más atractivo era el retablo de la misma época, alemán o flamenco, que quizá trajo el obispo Jón Arason, el último obispo católico, al que recordaban con cariño, y que fue ejecutado en 1550. Fue el último reducto de la resistencia católica. Como la Reforma venía impuesta por la corona danesa, esa resistencia fue exaltada posteriormente como un gesto nacionalista. El campanario estaba dedicado a Arason.
Junto al púlpito, un retablo de alabastro de Nottingham, Inglaterra, era otra de las piezas destacadas.

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