Continuamos por la carretera de la costa. Las montañas descendían hacia el mar con mayor suavidad. Se mantenía la despoblación, la ausencia de árboles. Una lengua de tierra cerraba un pequeño fiordo formando un lago junto al mar. Nos sorprendían las escasas edificaciones en el paisaje.
Desde el lado oriental del siguiente fiordo, Skagafjördur, contemblamos las islas de Málmey y Drangey. La primera era más alargada, con una ligera elevación en uno de sus extremos. Estuvo habitada hasta 1950, cuando un incendio acabó con la granja de la isla. Una leyenda contaba que si una mujer permanecía en ella más de 20 años se desvanecería.
Drangey era más pequeña, un bloque de basalto de 180 metros de altura que solo era accesible por un punto conocido como Uppganga, bastante complicado. Su superficie era plana y cubierta de hierba por lo que era un buen destino para que pastaran las ovejas. Abundaban las aves marinas. Las poblaciones cercanas acudían a recolectar sus huevos. Hubo un tiempo en que se produjeron demasiados accidentes, por lo que se pensó que se debieran a la intervención de monstruos u otros seres malignos que cortaran las cuerdas. Eso llegó a oídos del obispo Gundmundur Arason, el Bueno, famoso por consagrar durante su mandato pozos, ríos y otros lugares. Y hasta allí se fue. Mientras consagraba un acantilado, descolgado por una cuerda, la cuerda falló y escuchó una voz que le advertía para que frenara en sus impulsos consagradores. Aquello se tomó como un aviso y los lugareños dejaron de disputarse las capturas con aquellos seres desconocidos.
También se contaba que el origen de la isla estaba asociado con una pareja de troles nocturnos que trasladaban una vaca para que fuera montada por un toro. A mitad de camino les sorprendió la luz del amanecer y los tres se convirtieron en piedra: el escollo del norte, Kerling (la Mujer Vieja), la mujer trol, el escollo del sur, Karl (el Hombre Viejo), el trol, y la vaca como la isla de Drangey.
0 comments:
Publicar un comentario