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Una saga islandesa en autocaravana 75. La cascada Ryúkandafoss II.


Por supuesto, salimos del vehículo e iniciamos el ascenso de algo menos de un kilómetro sin ninguna dificultad. Hubo un momento en que nos sentimos como piedras que se rebelaran contra su destino y emprendieran un viaje inverso, de regreso, luchando contra la gravedad, arrastrándose hacia el lugar de donde se habían desprendido.
Caminamos hasta un mirador y disfrutamos del espectáculo de la cascada, con varios brazos saltando de tramo en tramo de la pendiente. Era como si una mujer albina se hubiera acostado sobre la superficie de la montaña y hubiera deslizado su melena por la pendiente. El visitante era un caminante que ascendía hacia su amada para despertarla de su sueño eterno con su vista. Esa sería su contribución a la finalización del hechizo. La mujer dejaría su melena como tributo.

Ese día habíamos caminado menos de lo habitual y estábamos lejos de los tradicionales 22 kilómetros de caminatas. Nos vino bien estirar las piernas.
Saltamos la granja Modrudalur, la situada a mayor altura de las de la isla, con un pasado interesante.

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