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Una saga islandesa en autocarvana 29. El río Markarfljót.



La carretera 26 nos condujo nuevamente hacia la carretera de circunvalación. Enfilamos rumbo a Hella. Desde allí, unos 8 kilómetros al sur, se podía visitar el monasterio medieval de Oddi, “cuna de las eddas nórdicas, los libros de poesía vikinga más importantes que se conservan”, según leímos en la guía. Otro lugar que quedó aplazado. Demasiados deberes para el futuro.
También saltamos Hvolsvöllur. Las granjas que lo rodeaban también fueron escenario de la Saga de Njál. Otro desvío hacia el interior conducía hacia Thorsmörk por las carreteras 261, 249 y F249, para lo que se necesitaba un todoterreno o contratar una excursión. Allí esperaba “un frondoso enclave rodeado de glaciares”, según la Lonely.
El río Markarfljót ha bebido de las aguas de los glaciares Mýrdalsjökull y Eyjarfjallajökull, ha atravesado Thosmörk y se dispone a tributar su caudal en el mar. Allí se vuelve ancho y perezoso, forma requiebros sinuosos y deja aislados islotes aluviales. En el horizonte parece que unas montañas le cerraron el paso hacia su descanso definitivo. Nos preguntamos si sería el archipiélago Vestmannaeyjar.
En ese momento del recorrido tuvimos dudas de a dónde mirar. Jose bajó la ventanilla y disparó la cámara. Yo intuía las cascadas que se descolgaban desde las montañas. Sólo con un fogonazo de la vista porque no me podía despistar de la conducción.

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