Estábamos en zona de troles,
como atestiguaban varios topónimos, como Tröllkonugil, la garganta de la mujer
trol, o Tröllkonuhlaup, el salto de la mujer trol. En un cuento popular (que
leí en la recopilación de Jón R. Hjálmarsson) se menciona a dos mujeres troles
que eran hermanas y buenas amigas, por lo que se visitaban con frecuencia. Una
vivía en la meseta de Búrfell y la otra en el monte Bjólfell. Ambas montañas
estaban separadas por el río Thorsá. En aquella zona había una granja
denominada Botnar que en aquellos tiempos estaba habitada por un tal Gissur. Un
día, se fue a pescar a las Tierras Altas montado en su caballo y acompañado por
otra bestia de carga. Cuando hubo pescado todo lo que podía transportar se
dispuso a regresar a casa. A la altura de Kjallakatangur escuchó una voz de
mujer que decía: “hermana, déjame una olla”. Desde Bjólfell llegó la respuesta
en forma de pregunta: “¿para que la quieres?” Al otro lado resonó: “para
cocinar un hombre”. Y, otra pregunta: “¿cuál es su hombre?”, y le respondió:
“Gissur de Botnar”.
Gissur alzó la vista y vio a la
mujer trol que bajaba a toda velocidad hacia Trollkonuhlaup, con lo que dedujo
que la trol iba a ejecutar sus propósitos. Saltó a su caballo y cabalgó a toda
la velocidad que daba su montura. La trol le pisaba los talones. La gente de la
cercana Klofi vio la escena y se puso a tañer todas las campanas de las
iglesias, lo que conmocionó a la trol e impidió que alcanzará a Gissur. La trol
arrojó su lanza, alcanzó al caballo pero aun pudo llegar Gissur a la granja. El
sonido de las campanas había penetrado en la cabeza de la trol y esta se volvió
loca. Corrió frenéticamente alejándose de la granja lo que le causó la muerte
por la extenuación. El lugar donde cayó se denominó desde entonces como la Quebrada
de la mujer trol. Quizá su hermana también se trasladó a este lugar huyendo de
los humanos.
Paramos a comer en el Centro
Hekla. Estaba dotado de una sala de exposiciones, hotel, restaurante y camping,
que a aquella hora estaba desierto. Aparcamos tras la caseta de los baños,
sacamos nuestras sillas y preparamos con nuestro fuego una fabada de bote que
nos supo a gloria. Era nuestra primera experiencia picnic.
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