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Una saga islandesa en autocaravana 36. De los barracones a las casas comunales.


Utilizando todo el poder de mi imaginación me convenzo de que los barracones de los campings donde se cocina y se charla (que muchos no tienen, por cierto) son una transposición moderna y adaptada al mundo de las gentes en tránsito de las antiguas casas comunales de la era vikinga. Por supuesto, nadie estará de acuerdo conmigo.
Cuando llegaba el largo y oscuro invierno los granjeros se reunían en esas casas grandes y alargadas donde las mujeres cosían y quizá intercambiaban confidencias, y los hombres se entregaban a alguna actividad para matar el aburrimiento. En el mismo lugar en que se sentaban se reconvertía por la noche en el lugar donde dormían. Una sala anexa se utilizaba como cocina y otra como letrina.
En el club social del camping también se cocina y se devora lo preparado. La letrina ha sido sustituida por un cuarto de baño y las mesas siguen acogiendo a comensales de estancia fugaz. Allí no se duerme, que para ello están los vehículos y las tiendas.
Es el lugar donde te refugias del viento, donde la amplitud te hace olvidar las aperturas de la camper, es donde te relacionas y hablas con gentes de otros países o del tuyo propio, donde practicas idiomas o intercambios gestos. Me gustan esas salas.
El problema es que son pequeñas para tanta gente, con lo que si alguien se apoltrona es complicado para los que vienen después encontrar un hueco y poder también disfrutar. Hay que ser solidarios y ceder el sitio.
Aquí preparábamos el itinerario del día siguiente o recordábamos aspectos de esa jornada. En definitiva, hablábamos, nos comunicábamos, tomábamos ron con coca cola o una cerveza Viking, con poco alcohol. Era nuestra distracción al atardecer o por la noche.

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