El primer objetivo de la jornada
era el Círculo Dorado, con Thingvellir, Geysir y la cascada Gullfoss. Enfilamos
hacia Reikiavik y nos empapamos de esos primeros rayos de luz y de la campiña
domesticada. Cerca de la capital la carretera se desdoblaba y el tráfico era
más denso. Nos desviamos por la carretera 36 hacia el este. El paisaje nos
sedujo de inmediato.
Cerca de Thingvallavatn, el lago
natural más grande del país (vatn
significa lago), nos apeamos del vehículo para hacer unas fotos. Allí conocimos
a Petri y Ángel, de Getafe, una pareja joven y simpática que habían aterrizado
el día anterior y ya habían dormido en la autocaravana. Nos regalaron una
botella de agua que nos acompañó durante todo el viaje. No volvimos a cruzarnos
con ellos. En casi todos los lugares coincidimos con españoles, mucho menos
gritones y más educados que en otros destinos.
Thingvellir, que significa los
campos del Parlamento, es un lugar cargado de historia en un paisaje precioso.
El lago y las montañas encuadran un valle que fue elegido en 930 para las
asambleas nacionales que tenían lugar en junio. Aquí se aprobaban leyes y se
resolvían pleitos, se concertaban matrimonios, se celebraban torneos y
funciones por artistas que venían de todo el país.
El historiador Gunnar Karlsson
destaca en Una breve historia de Islandia
–de la que tomo buena parte de la información- “la costumbre de los vikingos de
reunirse en asamblea para tomar decisiones importantes”. Esa asamblea nacional
se denominó Althingi (parlamento).
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