Al Althingi acudían los jefes (godar) con autoridad sobre un grupo de
granjeros (godord) en un número de
36, 39 o 48, según el antiguo código legal, el Grágás (que significa ganso
gris). Los jefes podían exigir la presencia de uno de cada nueve granjeros
sujetos a su autoridad. Al haber unos 4500 granjeros, se calcula que unos 500 tendrían
derecho a acudir.
Aparcamos el coche, nos
acercamos hasta el centro de información y la típica joven islandesa de pelo
blanco y tez muy clara nos explicó los diversos puntos de interés y los
senderos más importantes, que confirmamos en un mapa.
La primera panorámica del lugar
era espectacular. El río Öxará, el río del hacha, en su confluencia con el lago
generaba múltiples islotes bajos de tono otoñal. Tomaba su nombre de una
leyenda que contaba que en él se lavó el hacha que sirvió para deshacerse de la
trol Jorá, que sembró el miedo en otros tiempos. Las nubes de panza gris
permitían una luz difusa. Hacia la izquierda, estaba despejado y el valle
Almannagjá se perdía hasta las montañas.
Además del atractivo histórico
el lugar ofrecía un atractivo geológico: el encuentro de las placas
euroasiática y norteamericana que se separaban anualmente entre 1 y 18
milímetros. La fisura era tremenda y se prolongaba a un costado. Habían
habilitado un camino de madera, que fue el que tomamos hacia la Roca de la Ley
(Lögberg) y el lugar donde se reunía
el consejo jurídico o Lögrétta, que
presidía el Orador de la Ley o Lögsögumadur,
que era elegido cada tres años. Hasta que empezaron a reseñarse las leyes por
escrito fue el encargado de memorizar las normas e interpretarlas.
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