Sin duda, el mejor desayuno del
viaje lo vivimos en el buffé del hotel Base.
Y, además, al módico precio de 11 euros por persona. Después vendrían los
desayunos de campaña, más divertidos, pero menos cómodos y suculentos. Daban
ganas de prolongar un día más. Pero el deber nos llamaba.
El desayunador era como un
pedacito de la ONU y el primer ejemplo de lo que íbamos a encontrar en el país,
a pesar del descenso del turismo a causa de la quiebra de la aerolínea de bajo
coste Wow, con la que viajó mi sobrino Javier dos años antes a un precio sin
competencia.
“La quiebra de Wow Air hunde el
turismo en Islandia”, destacaba el periódico La Vanguardia pocos días antes de
nuestra salida, el 18 de agosto de 2019. A ello se unían los problemas de
Icelandair al no poder utilizar los 737 MAX tras el accidente de Ethiopian
Airways. Hablaba de una caída en la llegada de visitantes hasta el mes de julio
del 22%, tras 10 años de ascenso. El turismo suponía el 40% de las
exportaciones del país y el 9% del PIB. Habían pasado de 460.000 visitantes en
2010, a 2.300.000 en 2018.
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