El taxi rodeó la base-aeropuerto
y nos depositó en los barracones reconvertidos. La recepción estaba atendida
por una fornida joven profusamente tatuada en los brazos y un atildado ayudante
que era el becario. La joven consultó la pantalla, nos dio la tarjeta y un
plano para llegar a nuestro edificio. Después de alguna pequeña confusión
alcanzamos el mismo, buscamos el número y abrí la puerta. Para nuestra
sorpresa, la luz estaba encendida y en la cama había una pareja. Una señora nos
recibió con un grito histérico. Intenté formular una pregunta, absurda sin
duda, y la señora volvió a gritar. Salimos con las maletas.
-Me da que se han
equivocado-comenté con esta obviedad absurda.
-¿Qué hacemos?
-Quédate aquí y voy a recepción.
Rehice el camino y esperé unos
minutos. No había nadie. Instantes después aparecieron la joven y el becario.
-Me temo que nuestra habitación
está ocupada. Si ha escuchado a una señora gritar era la de la 102. Espero que
no haya llamado a la policía-le dije en inglés.
La joven arrugó el ceño y se
concentró en la pantalla, y el becario atildado sonrió al no saber qué más
podía hacer. Nos dieron a 209, en el segundo piso, sin ascensor. Estaba muy
decente.
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