Siguiendo con la lectura de
Karlsson, en 1941 los británicos se hicieron a un lado y gestionaron un acuerdo
entre Islandia y los Estados Unidos para que éstos se encargaran de la defensa.
Llegaron el 7 de julio de 1941, antes de que entraran formalmente en la guerra.
Terminó la Segunda Guerra
Mundial y empezó la Guerra Fría. Aunque los americanos se habían comprometido a
salir del país al final de la contienda, el nuevo enemigo del Este aconsejaba
retener instalaciones militares en Islandia. En 1946, el primer Ministro Ólafur
Thors alcanzó un acuerdo para ceder la base de Keflavik para personal civil en
conexión con transportes militares desde o hacia Europa. El acuerdo, aprobado
en el parlamento por 32 a 19, provocó la ruptura de la denominada Coalición de
la Innovación, por parte de los socialistas.
Aunque la presencia militar
americana era incómoda, supuso una gran ventaja económica. Los islandeses
recibieron el doble de ayuda per cápita del Plan Marshall que otros países europeos.
En la base se establecieron cinco mil americanos y daba empleo a dos mil islandeses.
Los ingresos procedentes de la base suponían el 5% de los ingresos desde el
exterior. A cambio, Islandia fue uno de los socios fundadores de la OTAN.
La coalición que ocupaba el
gobierno en 1956 planteó la salida de las tropas como un asunto esencial, pero
la invasión de Hungría ese mismo año por los soviéticos les hizo dar marcha
atrás.
En la década de 1990 los
americanos perdieron interés al haber concluido la Guerra Fría. El gobierno
islandés tenía interés en que se quedaran, pero los americanos tomaron la
decisión de marcharse de forma unilateral, lo que generó malestar. Sin embargo,
otros lo vieron como la recuperación efectiva de la neutralidad y la
desaparición del único posible objetivo del terrorismo internacional en el país.
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