Reconozco que, tras muchos años
de viajes, el día o los días anteriores al desplazamiento sufro algo de
ansiedad, una ansiedad que calificaría de absurda, ya que luego no ocurre nada
que pueda alimentar el repositorio de anécdotas de los viajes. Mejor que siga
así. Toco madera mentalmente porque todo lo que me rodea es de metal y
plástico.
Durante el vuelo, trato de
realizar un ejercicio bastante habitual cuando vuelas a países con pocas
referencias. Trato de recordar los primeros contactos con personas, hechos,
historias o cultura de este país cercano al Círculo Polar Ártico. Mi pasión por
el balonmano me conduce a Ólafur Stéfansson, un glorioso lateral derecho de la
época dorada del Balonmano Ciudad Real. Aquel equipo era inigualable. En los
Juegos de Pekín formaba parte del equipo que nos eliminó en semifinales. Fuimos
bronce. Islandia siempre ha producido grandes jugadores de balonmano, que era
el deporte rey. Ahora comparte protagonismo con el fútbol. La cantera de
deportistas es sorprendentemente amplia.
La segunda referencia es la
cantante Björk. Fue la primera artista islandesa que se consagró a nivel
internacional. Después de ella llegaron otros que aprovecharon su estela. Me
cautivó con su misticismo durante algunos años. Luego le perdí la pista. La
recuerdo como alguien extravagante. Más actuales son los Sigur Ros.
La tercera es Arnaldur
Indridasson, autor de novela negra. Leí uno de sus libros y espero ampliar mis
lecturas a otros de la saga de su inspector Ernaldur Sveinsson.
La última y quizá la primera a
la que tuve acceso, la final del mundial de ajedrez que en 1972 enfrentó a
Boris Spassky contra Bobby Fischer. El americano acabó con el dominio soviético
y puso Reikiavik en el mapa.
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