Regresamos a la carretera 30,
pasamos Brautarholt y nos desviamos a la 32 hacia Arnes. Penetramos en las
llanuras del río Thjorsá y los campos de lavar de Thjorsáhraun, que fueron el
resultado del mayor flujo de lava desde la Edad del Hielo. La zona era poco
visitada, probablemente porque suponía alejarse de la carretera de
circunvalación (la N 1), hacia el interior. La guía hablaba de “paisajes
ribereños de aspecto prehistórico”. También se sucedían las granjas con sugestivos
prados donde pastaban tranquilamente las ovejas, los caballos y las vacas.
La llanura provocaba un avance
pausado del río, que quedaba a nuestra derecha, como si estuviera cansado o
vagueara para ralentizar su llegada al mar. Más allá, las montañas, quizá Búrfell.
El cauce se adornaba con islotes bajos.
A nuestra izquierda apareció un
promontorio que ofrecía unas espectaculares vistas del valle. Se trataba de
Gaukshöfdi, que recibió su nombre de Gaukur Trandilsson, que vivió en el siglo
X en la granja de Stong. En la Saga de Njáll se describe su muerte a manos de
su hermanastro Asgrimur Ellidagrimsson en un duelo. Gaukur sedujo a la hermana
de Asgrimur, mancillando su honor. En el siglo XIX encontraron en la base
huesos y armas que probablemente pertenecieron a Gaukur.
El paisaje nos había seducido
desde la carretera. Desde aquel privilegiado mirador cargado de historia
mejoraba la perspectiva, a pesar de que las nubes habían ido cubriendo el
cielo. El río se divertía en el llano trazando travesuras en forma de meandros,
islas aluviales y charcas que brillaban como espejos. El verde se alternaba con
la oscuridad del campo de lava. Aquel paisaje merecía el desvío de la ruta
principal.
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