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Una saga islandesa en autocaravana 16. Geysir II.


Seguimos las sendas marcadas y, de repente, un chorro de agua se alzó al cielo. El agua era expulsada desde las tripas de la tierra. Ese vapor se lo llevaba el viento y calaba a los curiosos que no habían tomado la prevención de ponerse a buen resguardo.
Realmente ese chorro vertical correspondía a Strokkur y no al Gran Geiser, del que tomaba su nombre este fenómeno en todos los idiomas. Desde principios del siglo XXI (y también en el siglo XX) el Gran Geiser reposaba sin hacer enloquecer a los visitantes con su potente chorro que alcanzaba entre 60 y 80 metros. Leí en Wikipedia y en otros lugares de Internet que se había cegado con los objetos, piedras y otros productos químicos que le habían arrojado cuando empezó a desfallecer. Su última exhibición tuvo lugar entre el 17 y el 20 de junio de 2000, durante un terremoto. Alcanzó los 122 metros. Una hermosa forma de despedirse.

Strokkur (que significa mantequera) alcanzaba los 15 a 30 metros. Cada cinco a diez minutos se activaba. Los niños de un matrimonio catalán con el que coincidimos (nos hicimos fotos mutuamente) lo habían cronometrado para establecer su frecuencia (para ellos eran casi siete minutos). Este fenómeno estaba documentado desde el siglo XIII. Cambiaba ostensiblemente con la actividad sísmica.
El terreno ondulado estaba lleno de pozas humeantes y de restos de azufre, manchas claras o amarillentas. En las más pequeñas se apreciaba el borboteo del agua y un olor intenso a huevos podridos.
Fuimos subiendo la falda de la montaña, hacia los bosques, para tener una perspectiva más amplia del lugar: las instalaciones en primer plano y la llanura que se perdía en el horizonte, los campos verdes y amarillos, las casas salpicadas. Merecía la pena alcanzar la cumbre para dominarlo todo.
A un costado avanzaba el río y al llegar al llano trazaba unos hermosos meandros en forma de herradura. El lugar era de una tranquilidad infinita. Envidiamos a los dueños de las casas de madera de variados colores. Los caballos pastaban ajenos a los géiseres y a los turistas.

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