Los pasos nos llevaron hasta la
cascada Öxarárfoss (foss es cascada en
islandés) que despeñaba el agua entre las rocas de basalto. El lugar era
bastante popular. Las aguas continuaban encajadas entre los abrigos rocosos de
una sima.
Bajamos hacia el valle y
observamos los imponentes paredones pardos, la bandera islandesa ondeando con
orgullo. Penetramos en una zona de simas provocadas por la actividad tectónica
y de nombres tan peculiares la Sima que Arde (Brennugjá), la de las Monedas
(Peningagjá), Flosagjá o Nilulásargjá. Algunas formaban peculiares piscinas
naturales. La lava petrificada daba carácter al paisaje. Algo más lejos, el
vapor delataba aguas termales.
La iglesia Thingvallakirkja era
una de las más antiguas del país. La original databa del siglo XI, poco después
que se decidiera en este mismo lugar la conversión de los islandeses al
cristianismo, permitiendo los cultos tradicionales. La actual era de 1859. Era
sencilla, con cubierta a dos aguas de color verde y una torreta apuntada. En
nuestro recorrido encontramos muchas otras de una configuración similar. En el
cementerio reposaban los poetas de la época de la independencia, según informaba
la guía, Jónas Hallgrímsson y Einar Benediktsson.
A unos pasos estaba otra
construcción sencilla que constituía la residencia de verano del primer
ministro, Thingvallabher. También la ocupaban los vigilantes del parque.
De regreso, observamos las bases
de piedra de las budir o casetas que
se utilizaron para las construcciones temporales que se levantaron durante las
sesiones del Althingi.
En la cafetería del centro de
información compramos unos bocadillos y nos los comimos en una mesa de madera
con vistas al paisaje histórico.
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