Resulta extraño considerar que
Islandia fue una isla deshabitada durante siglos, hasta la llegada de los
vikingos hace unos 1100 años, según confirmo en la guía y en la Breve historia de Islandia, de Gunnar
Karlsson. El asentamiento de monjes irlandeses antes de esas fechas no ha
quedado demostrado convenientemente.
Según Karlsson, esa emigración
fue posible cuando los vikingos fueron capaces de construir barcos que
soportaran las travesías por las peligrosas aguas del Atlántico Norte. Esas
embarcaciones eran conocidas como knörr.
Al contemplarlas, reconozco la valentía de quienes optaban por subir a ellas
buscando nuevas tierras o huyendo de los conflictos políticos de Noruega. Ésas
parecen ser las motivaciones de aquellos viajes.
Allí viajaron gentes mayoritariamente
de Noruega. También vikingos establecidos en las islas Británicas, de otros
lugares de Escandinavia e, incluso, de origen irlandés. Viajaban con sus
esclavos y quizá con sus esposas, de origen celta, según el escritor islandés.
Aquellos tiempos se denominan la
época del Asentamiento, que se sitúa entre 870 y 930. Aunque el primer
historiador islandés Ari el Sabio no determina las fechas en el Libro de los islandeses, afirma que esa
fase duró seis décadas. Los geológicos avalan esa cronología. Para Ari el
primer residente permanente fue Ingolfur Arnarson, que se estableció en
Reikiavik.
Aquellos aguerridos vikingos se
lanzarían décadas después, hacia 980, a la búsqueda de nuevas tierras,
alcanzando Groenlandia, la península del Labrador y Terranova. A la primera
llegó Erik el Rojo hacia el 985. Su hijo Leif el Suertudo saltó al continente
americano. No llegaron a establecerse en Norteamérica por el conflicto con los
indígenas americanos. Aquellas exploraciones cesaron hacia el 1020.
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