Virgen de las Nieves,
patrona de La Palma, abogada de inundaciones, volcanes y desgracias, alejada
del mundo en las montañas, presente en los corazones que expresan su
agradecimiento en exvotos y plegarias.
Desde el pedestal de la
luna nueva, sobre un altar de plata, arropada por un manto de devoción, reina
sobre el espacio y los espíritus. Le tributan presencia peregrinos y curiosos. Viven
un instante de paz entre barrancos.
Su iglesia es como una
casa con vistosos balcones: bajo la espadaña de piedra volcánica, a la plaza,
al mirador, sobre los robustos árboles del norte, las barandas de madera
contienen el deseo de asomarse.
Blanca, como exige su
nombre, negra por la cantería que enmarca.
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