Me alejo de la zona baja
y trepo por las escaleras hasta la Iglesia de la Luz y San Telmo. No tiene la
animación de la parte baja. El esfuerzo sólo compensa al que aquí habita o al
intrépido.
La iglesia está cerrada y
la circundan un grupo de lugareños con aspecto más de colgados, como este
barrio, que de delincuentes. Me aconsejan ir a la tienda de animales y pedir la
llave. Así lo hago, pero me la niega la señora que la regenta.
Cuesta y blancura. Flotan
las tejas sobre un fondo de mar y nubes claras. Los colores son nítidos por la
luz limpia e intensa.
Por la calle Virgen de la
Luz se suceden las casas teñidas de pureza cuyas puertas se escalonan por las
cuestas pronunciadas. Ventanas y balcones se definen por los colores oscuros:
verde, marrón, azul, frambuesa.
Una mujer se detiene con los
brazos vencidos por la compra. Le va a costar iniciar el esfuerzo. Paciencia,
que siempre hará valer su entrenamiento de muchos ascensos en iguales
circunstancias. Ataca la subida con la convicción de un escalador de montaña
del Tour.
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