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La Palma (2005). El mar se dejó seducir por las montañas 32. Volcán Teneguía I.



Nos disponemos a visitar la punta del puñal que se hunde feroz en las aguas. Hace tanto que las penetró que pensaríamos que la herida ya no sangra. Pero no han pasado muchos años desde que la herida abierta liberara un fluido denso de destrucción. La lava del Teneguía corrió por las laderas negras y las tiñó de energía abrasadora.

Lo tomamos con tiempo y nos resguardamos en un restaurante de Fuencaliente a comer de ese pescado que es un atractivo constante de la isla. El otro es el vino blanco que armoniza tan perfectamente con aquél. Es de esta zona, de los campos que bajan suavemente las pendientes fértiles.

El folleto de los volcanes de Fuencaliente es un pequeño tratado de vulcanología. Nuestros conocimientos se estancaron en el colegio. Sí recordamos las impactantes imágenes en televisión (en blanco y negro) que mostraban la erupción de 1971. Caminamos sobre fuego. La Palma es geológicamente joven. El peligro de otra erupción, un terremoto o un maremoto es inminente, aunque no inmediato. Entra un poco de canguelo.  Sin embargo, nos consuelan con la información de que las erupciones siempre han sido poco explosivas, pacíficas y sin víctimas. Son las cosas de una isla de terreno adolescente.

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