La calle es activa en
comercio. En una librería le echo el ojo a un libro de La Palma, “La isla que
emergió del mar”, que compraré a la vuelta. No quiero ir cargado todo el
tiempo.
Cruzo la Avenida del
Puente, las obras, me asomo al Teatro Chico y continúo por Anselmo Pérez Brito.
En otra plaza homenajean a los cantantes populares, a los múltiples grupos,
como Los Sabandeños, que proliferan para salvar la canción tradicional canaria.
En la siguiente plaza del
casco antiguo paro a tomar un refresco. No tengo suerte. Me dan mucha envidia
los extranjeros que se resguardan del sol sentados bajo las sombrillas. Ellos
no tienen que cumplir objetivos o tienen más tiempo. Desde ese emplazamiento
observan la bajada de la calle y las vistosas ventanas de las casas de tonos
claros. La rosa y la amarilla no tienen desperdicio. El sonido de la fuente
relaja mucho.
Voy a seguir ganándome la
complicidad de la ciudad.
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