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La Palma (2005). El mar se dejó seducir por los barrancos 22. Barrancos del norte y Garafía.




De Barlovento iremos en paralelo al mar, dirección oeste, hasta Garafía. Paramos en un mirador. La paz se altera por el sonido del móvil. Si no supiéramos que el mar está al frente no lo encontraríamos. Se oculta tras otra cortina blanca. Un pino del que no se sabe dónde están sus raíces se muestra enhiesto. Quizá esté defendiendo su territorio con la postura arrogante de sus ramas.

Una capa de lava negra, otra de tierra de monte, adobado con la brisa del mar y unas vistas impactantes, hacen nacer las plataneras que alimentan la vanidad serena del paisaje. Los barrancos que dan al mar son fértiles y generosos y se han acostumbrado al escalonado de plantaciones.


Nos desviamos hacia el interior y nos acoge un pequeño hotel con encanto. Una delicia para vivir el amor intenso y pasional, un perfecto retiro con la persona que se quiere.

En otra ocasión nos introduciremos hacia los petroglifos de Fuente de la Zarza, un parque arqueológico que muestra algunos de los misterios de los habitantes de la primitiva Benahore.


En Llano Negro podríamos bajar hasta Garafía y luego subir a El Pinar y Puntagorda, marcados en el mapa por el chaval de la oficina de turismo. Pero se nos hace tarde para cenar en Los Llanos. Tampoco tomaremos en Hoya Grande el desvío hacia el Roque de los Muchachos. Si que lo tomé en mi primera visita y aun retengo en la mente el mar de nubes a mis pies en ese paisaje lunar.


Las renuncias serán objetivos futuros. Deja algo sin ver para obligarte a volver. 


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