Barlovento es el lado de
donde viene el viento. Los alisios penetran desde el norte y dejan un rastro de
humedad, de vegetación, de buenas cosechas. La zona norte es la propuesta de
ese día. Una propuesta espectacular.
La estructura de la Palma
es similar a la de las otras islas: un norte de altos acantilados verdes y
húmedos, un volcán central que impide el paso a esa influencia del viento y un
sur, lógicamente, seco y desértico. El norte nos recuerda a Asturias. El sur es
el refugio de los extranjeros que no saben el significado de lo que es el
tiempo soleado. Ellos la han sacado del ostracismo.
Casas blancas, bancales y
plataneras son el eje central del paisaje. La roca negra asoma entre ellas y
cuando besa el mar provoca unos cortados subyugantes contra los que baten las
olas y forman una efímera cinta blanca de espuma. Hay casas arriesgadas que se
asoman en vanguardia y en solitario sobre el límite de la costa. Los pueblos se
escalonan en la montaña y crean placas blancas. Tenemos la sensación de
observar una sucesión de pirámides articuladas como escaleras. En una punta que
no ha sido elegida al azar se levanta el faro. Es como un pincho que aflora de
las ramas verdes.
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