Los trece túneles de los
Nacientes de Marcos y Cordero, el nombre de los ingenieros que encauzaron la
abundante agua de las cumbres para usos agrícolas de la zona cercana, son una
de las aventuras accesibles más interesantes de La Palma. Gracias a ellos las
plataneras y los bancales que se sucedían hasta el mar son una realidad. Cuando
uno toma el canalón de piedra que conduce el agua se sumerge en un cúmulo de
sensaciones que permanecen en la piel durante mucho tiempo.
Antes de entrar en el
primer túnel nos encontramos con dos jóvenes que terminan la excursión y que
nos regalan su linterna amarilla. No nos permiten comprarla. Es su aportación a
nuestra felicidad. Sin ella hubiéramos avanzado poco o mal.
Dentro del primer túnel,
en el que voy en cabeza, gateo, no me doy cuenta de la escalera y meto el brazo
izquierdo en el canal. El reloj se empañará y se parará a las cuatro de la
tarde. El túnel es largo y profundamente oscuro. Servirá para aclimatarnos. Al
otro lado, la vista es espectacular. Las nubes rasgan la cima y cubren
ligeramente la hondonada. No es flor de un momento: el preciosismo natural es
una constante.
Esos primeros pasos van
acompañados de piedras desprendidas, pinos que muestran sus raíces vencidas por
la avalancha.
0 comments:
Publicar un comentario