El polvo y la arena lo
impregnan todo. Bromeamos con la señalización ausente y el bacheado financiado
por la Unión Europea. La próxima vez ascenderemos con el servicio de taxis y
terminaremos la excursión en Los Tilos, como ya nos han aconsejado varios
paisanos.
La vegetación es
exuberante: helechos, matorral, árboles que se agarran de forma inverosímil.
Todos tienen su particular forma de saludar: golpeando con sus ramas la chapa
del coche. La radio no sintoniza, con lo que es el acompañamiento impuesto por
la zona ausente de cobertura. El móvil se conecta y desconecta a la red en cada
curva.
Parece que no vas a
llegar nunca. Hemos hecho los doce kilómetros en primera. El coche lleva un
calentón fino. Arriba, mucho coche, mucha camioneta y cuatro por cuatro. La
tendencia es a regresar. Los únicos que iniciamos la excursión somos nosotros.
Si a eso le unimos que hemos salido sin comida y con la ilusión de poder
comprarla por el camino, con almendras y caramelos -los de Eva- y sin linterna,
la verdad es que somos unos inconscientes.
0 comments:
Publicar un comentario