Las nubes dosifican el
sol que ilumina los ambientes. A lo largo del día se alterna la solana con la
sombra, la panza de burro con la retirada absoluta.
Cerca de Sauces nos hemos
desviado dirección Nacientes. Hablar de fuerte pendiente no es ninguna
sorpresa. El llano sí que es casi imposible. Atravesamos un pueblo serrano en
que la iglesia es el mejor mirador de la zona. Vistas divinas, sin lugar a
dudas. La mirada de las deidades nunca puede agotarse en algo zafio. Si
cuidarlas otorgara el privilegio de compartir el paisaje nos plantearíamos
situarnos a su lado y hacernos ermitaños.
La carretera se convierte
pronto en pista forestal, en arena y baches. El paso de los vehículos va
arrancando la tierra y deja unas cicatrices profundas y peligrosas para los
bajos del coche. Toni, mi hermano, va sufriendo por esta razón. Necesita
concentración para dominar las revueltas y requeterrevueltas
que trazan el zigzag ascendente. Cruzarse con los que bajan es un numerito
impresionante. El año pasado Elsa nos dio una lección de cómo bajar practicando
conducción de rally. No me extraña que las islas sean buena cantera de
conductores de esta especialidad.
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