Para una primera aproximación lo
mejor es visitar el interesante Museo Comarcal de Daniel, cerca del mercado,
obra del arquitecto local Miguel Fisac, que es homenajeado en la primera
planta. En la planta baja se encuentran las colecciones de Vicente Carranza
(cerámica) y del pintor Juan D´Opazo, ambos ciudadanos ilustres de la
localidad.
Foto del interior del centro de interpretación en el yacimiento
En el semisótano nos muestran Daimiel
hace 5800 años, las primeras culturas, el legado romano y la Edad Media. Nuestra
guía se concentra en el mundo de las motas y las motillas, nos explica el
significado de la nutrida colección, con vasijas de diversas épocas, maquetas
de construcciones, reproducciones de enterramientos con sus ajuares o el medio
físico formado por el Guadiana y Las Tablas.
Tomamos el autocar, atravesamos
el pueblo, pasamos cerca del hotel Doña Manuela, donde me alojé cuando vine a
algún curso, el polígono industrial y nos ponemos en carretera. Hace años, Silvia
y Juan trataron de encontrar la motilla, sin éxito. El navegador les llevaba
hasta la zona, pero allí se perdía sin remedio. Tiempo después leyeron que en
este entorno hubo un lugar secreto de los alemanes desde el que realizaban espionaje
y que fue celosamente escondido con todo tipo de artimañas tecnológicas, lo que
explicaría ese vacío en los mapas y los navegadores.
Cerca de un puente tomamos un
sendero y enfilamos por mitad del campo hacia un pequeño montículo que pasaría
inadvertido de no ser porque avisan de que es nuestro destino. Desde lejos,
carece de atractivo. Con el calor imperante podría considerarse una locura,
pero al entrar en el recinto todo cambia. Aprovechamos para hacernos unas fotos
con las murallas y la torre central que sobresale ligeramente.
Las casas estuvieron fuera del
recinto amurallado, compuesto de tres muros concéntricos. En una vista cenital,
o incluso desde dentro, parece un laberinto. Defensivamente, es una estructura
muy avanzada, tomando en consideración que es de hace cuatro mil años. Cuando
se concretaba algún peligro, los habitantes entraban en la fortaleza con los
animales. En el interior había todo lo necesario para resistir un asedio: zonas
de almacenaje y estabulación, hornos donde tostar el maíz, o ahumar la carne de
los animales, y agua. El pozo ocupa el lugar central junto a la torre. La
cercanía a la capa freática, las aguas subterráneas, habría sido determinante
para la elección del asentamiento.
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