Con la percepción más
afianzada, la visión de Los Cascajos con Santa Cruz al fondo es un bálsamo para
la digestión. Los separa el mar, que no toma partido ni por la playa ni por el
puerto. Las rocas afloran para tomar oxígeno y sumergirse Dios sabe cuándo. Nos
cuesta tomar el coche y nos demoramos con esa perspectiva.
Los santos se han
refugiado en los pueblos que trepan hacia la cumbre: San José, San Pedro, San Blas,
San Andrés, San…¡Qué enorme deseo de cristianizarlo todo! Los santos no se
asocian con una especial característica del terreno, de la zona, con
abundancias o ausencias. El lugar es el santo asignado.
Ascendemos hacia el
Parador, que ya disfrutamos el año anterior, y hacia Los Pajonales. La
referencia sarcástica es un local que se llama Las Brujas. Luego resultará que
no es ese su nombre y que se trata de un antro, un bar de señoritas. Sí, un
puticlub.
Nuestro hogar es una casa
de colores terrosos y matices patrióticos. Dos pisos orientados hacia el mar
por un porche y una terraza. El frente lo completan los frutales: manzanos,
naranjos, limoneros. Casi a la altura de los ojos el mar y el cielo se unen en
una línea difusa. Sobre la mesa del salón nos agasajan con una cesta de fruta y
una botella de vino. Magnífica hospitalidad.
0 comments:
Publicar un comentario